Reseña: «Blast» de Manu Larcenet, por Ignacio Trillo Imbernón

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«Blast». Manu Larcenet (Francia, 1969). Norma Editorial (2014-2014). 24-26 euros/volumen.

Vía de dos sentidos.

Las dos últimas obras de Manu Larcenet (Los combates ordinarios, cuatro tomos, 2003-2008; y Blast, cuatro tomos, 2009-2014) funcionan como los dos ejes distantes de una misma simetría axial, sometidos a la fuerza motriz de las obsesiones del autor, que completa una importantísima reflexión sobre la adultez, las relaciones paterno filiales, la vida en los márgenes de la sociedad, el amor y el trabajo.

En Los combates ordinarios nos encontramos con un fotógrafo neurótico, anclado en la adolescencia, incapaz de trabajar y aislado en una casa en el campo con la única compañía de un gato y un cargamento de ansiolíticos. En su viaje desde el extrarradio de la norma social al justo centro de la misma, son las relaciones humanas quienes ejercen de polo atractor y lentamente convierten a un personaje que en origen parecía condenado a una abulia quejumbrosa y enfática. Justo lo contrario de lo que sucede en Blast. El protagonista, Polza Mancini, es un hombre obeso, de mediana edad, casado y trabajador que, tras ver morir a su padre, emprende el viaje en sentido opuesto y decide desprenderse de todos sus compromisos (humanos, estéticos y morales) para acabar transitando los lugares más oscuros (por invisibles) de la sociedad en su lenta mutación de ciudadano corriente a asesino cruel.

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Ilustración cedida por la editorial.

Ambas trayectorias divergentes tienen su correlato narrativo y estético en la caligrafía propia de las dos colecciones, lo que subraya, quizá demasiado enfáticamente, la coherencia interna de la propuesta de Larcenet. Mientras Los combates ordinarios es una obra luminosa y llena de sentido del humor, Blast es lúgubre, angustiosa y triste. Si la primera está dibujada con línea clara, infantil y a todo color, en la segunda es el blanco y negro el tono predominante y el dibujo es casi fotográfico. Tan evidente es que componen las dos caras de una misma moneda, que cuando en Los combates ordinarios su protagonista sufría crisis ansiosas, Larcenet usa para narrar esos paréntesis el diseño estético que luego prevalecerá en Blast, en la que a la vez, durante las crisis de Polza Mancini, entra el color a invadir la viñeta en la forma de dibujos de niños pequeños superpuestos al detallista sentido escenográfico del autor.

Sin embargo, pese a la evidente correlación entre una y otra colección, no pueden leerse ambas como una propuesta cerrada y finita, ni existe en las conductas de sus personajes lo que se pueda considerar una tesis moral. Bien al contrario, parece claro que el autor lo que pretende es dibujar una vía de dos sentidos que el lector nunca puede transitar con la completa convicción de que quienes vienen de frente están errados, como le sucede al policía que cierra Blast y que escucha, en un gesto enigmático, ulular al búho que planea sobre toda la obra mientras observa cómo se comportan los petulantes animales que al fin y al cabo somos. Ignacio Trillo Imbernón. 

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